Al tocar el tema de ser extranjero por un largo periodo de tiempo, es fácil dejarse atrapar por los clichés sensibleros de la nostalgia, (que obviamente todos en esa situación hemos sentido).
Pero mi tiempo de afuerino (la mitad de mi vida) ha sido y sigue siendo una experiencia interesante, por decir lo menos, a la que me he acostumbrado.
En dos países diferentes he residido por varios años (continúo en uno de ellos), en ambos me encuentran acento y también me lo encuentran cuando vuelvo a mi país natal.
He conocido gente buena y acogedora que me han hecho sentir bienvenido, y he sentido aceptación: de mis rarezas, peculiaridades y una que otra vez de mi no muy apropiado lenguaje, mas bien siento que me disculpan, responsabilizando de mis exentricidades, al tiempo pasado en mi país de origen o país anfitrión según sea el caso.
Ser el forastero me ha dado libertad, no se espera de mi que me ciña a conservadores patrones de comportamiento locales, ya sea por venir de otro lugar o por haber pasado mucho tiempo en otro lado.
En fin, donde voy o donde vivo, soy el mismo que se mete en todos los rincones, interactúa con toda la gente y disfruta de la vida cada día que se vive.
Reinaldo Guerra.
