Todos necesitamos una identidad, es fundamental
para nuestra existencia y desarrollo, y tan trascendental que ha sido una
interrogante universal y constante desde los albores de nuestra civilización.
¿Quién soy? ¿De dónde vengo? ¿Hacia donde voy? Algunos creen que lo saben, la
mayoría todavía se lo pregunta. Pero eso es en el plano colectivo, de toda la
humanidad.
En lo individual, cada cual nos formamos una
propia identidad, y ya mayores creemos saber quiénes somos, pero en la gran
mayoría de los casos nos confundimos o dejamos confundir por el medio en que
vivimos. Nos confundimos reitero y pensamos que lo “QUE” soy es verdaderamente
“QUIEN” soy. Por ejemplo nos identificamos con una actividad o profesión: Soy
el maestro, la doctora, el licenciado, la madre, el ingeniero, el taxista, etc.
Siempre con el rotulo, pero cuando esa actividad cesa, o se aminora, la
estructura psicológica sufre trastornos muy visibles, se cae en depresiones, se
baja la autoestima, crisis de todo tipo y en ocasiones hasta se pierde el deseo
de vivir, ya que se ha perdido la identidad y con ello la razón para continuar
la existencia. Tal es el caso de los jubilados, que no viven mucho tiempo
después de la fecha del retiro. O las madres dedicadas 100% a sus hijos, que
sufren el síndrome del nido vacío y entran en profundas depresiones. Y los que pierden su empleo o su habilidad de
desarrollarlo.
Otra confusión del “QUIEN soy” es en realidad “QUE tengo”: Dinero, autos, casas,
ropa, etc. Cuando en cualquier tipo de circunstancia estas posiciones se
pierden, ya sea por mala administración propia, catástrofe natural, o
financiera. Aquel que ha basado su identidad en sus posesiones no solo siente
la perdida material, sino que además se pierde a sí mismos.
Una muy común confusión es la de creer que uno
es lo QUE los demás piensan de uno. O reputación, tan importante para muchos
que se llega a extremos y sacrificios por mostrar y mantener una imagen ante el resto de la sociedad, y como dice el
Dr. Wayne Dyer "lo que los demás piensen de tí, no tiene nada que ver contigo".
Mientras más confundamos el “QUIEN” somos con el
“QUE” somos, más difícil nos será ser felices.
Para lograr la felicidad necesitamos saber
“quién soy” y si le quitamos las confusiones antes nombradas nos va quedando
algo más simple y perdurable, por lo autentico e inmutable: Soy un ser humano,
y este es un hecho que no cambia así cambien las circunstancias externas que te
rodean en un determinado periodo de tu vida. A esa tan simple identificación de
ti mismo le puedes agregar adjetivos que completen la definición de tu identidad:
generoso, paciente, buena, valiente, etc.
Nada externo te puede quitar parte de TI MISMO,
Cuando te has despojado de toda la ropa, no se te puede desnudar.
La definición de tu identidad que te acerca a
una integración con el resto del universo es aún
más simple: “SOY UN SER”.
Eso te hace parte del resto, de todos los seres…
Sin apellidos ni distinciones como: vivos,
inanimados, acuáticos, terráqueos, cósmico, etc.
Soy un ser… … del universo.